Las serpientes del delta del Paraná y el río de la Plata


Dueño de una variedad de fauna que atrapa, el delta siempre ha sido señalado como un espacio prolífico para el hallazgo de todo tipo de ofidios.

Por supuesto, el grueso de esas observaciones rara vez retacea temor, y no son pocos los que se preguntan más de una vez cuán riesgosa puede resultar una visita a las islas que conforman esa área rica en naturaleza prácticamente virgen.

Para tranquilidad de muchos, hay que remarcar lo habitual: que los ofidios por lo general tienden a huir ante la presencia humana, y jamás visualizan a los humanos como potenciales presas. Por ende, los encuentros son poco frecuentes. Además, el delta no se destaca por ser una zona que concentre la presencia de especies ponzoñosas.

Muy por el contrario, dentro de las variedades catalogadas como riesgosas para la salud humana la única confirmada en esa parte de la Argentina es la Bothrops Alternatus (foto, abajo), más conocida como “yarará grande”, “víbora de la cruz”, o “crucera”, dependiendo la región.


Aunque se ha detectado, siempre a modo de rareza, la incursión de algún ejemplar de coral (científicamente definida como “micrurus”), lo cierto es que las Bothrops Alternatus suelen ser las únicas identidades de riesgo que tienden a decir presente en algunos islotes o bañados.

¿Cuáles son las características de esta serpiente? Pueden llegar a medir hasta 1,60 metros, cabeza triangular afinándose hacia la punta –en color marrón oscuro o negra, cruzada por líneas blanquecinas–, cuerpo cubierto de manchas en forma de herradura en color marrón oscuro o negro –ribetes en blanco– sobre un fondo castaño, y cola gruesa que se afina de manera abrupta al llegar a la punta.

Amante de los espejos de agua, suele ubicársela en costas y pastizales cercanos a río o lagunas. De comportamiento agresivo, las Bothrops Alternatus poseen un veneno que, según el Ministerio de Salud, destruye tejidos y altera el sistema de coagulación provocando hemorragias, entre otros efectos. El envenenamiento por efecto de las yarará requiere siempre de atención sanitaria.

Pero las Bothrops Alternatus no son mayoría en el delta. Infinidad de culebras pueblan islas, lagunas y bañados, en busca de alimento o luchando por la supervivencia ante sus depredadores naturales. Un ejemplo: la culebra marrón (Clelia Rustica, foto, abajo), de poco más de 90 centímetros de longitud, completamente inofensiva, y abocada por completo a la caza de los pequeños mamíferos o anfibios de los que suele nutrirse.



El delta también funciona como base de operaciones para la culebra parda de agua (Liophis Miliaris, foto, abajo), parienta de nuestra conocida “culebra de la gente” y con la curiosa habilidad de emitir un olor nauseabundo a través de su cloaca cuando se ve amenazada.

Desprovista de toda tendencia a la mordedura, la culebra parda de agua combina, precisamente, tonos pardos con amarillos y verdes en sus escamas. Peces y anfibios se inscriben dentro de sus alimentos favoritos.



Algo parecido destaca a la culebra verdinegra (Liophis Poecilogyrus Sublineatus), que también elige el delta para pasear sus casi 80 centímetros de longitud.

Dotado con escamas verdosas y amarillas, y un vientre negro, este ofidio también tiene predilección por las costas de ríos o lagunas. Carente de potencia ponzoñosa, la culebra verdinegra (foto, abajo) suele ensanchar el cuello para intimidar a sus potenciales enemigos.



El delta también es un espacio fértil para la proliferación de dos farsantes: la ojo de gato o “falsa yarará” (Thamnodynastes Hypoconia, foto, abajo), y la directamente “falsa yarará ñata” (Lystrophis Dorbignyi). La primera mide hasta 70 centímetros, posee un dorso entre castaño claro y rojizo, manchas en forma de “x”, y pupila vertical –lo cual alienta la confusión–.



En el caso de la “falsa yarará ñata” (foto, abajo), esta rara vez alcanza los 80 centímetros de longitud, posee una cabeza semi triangular, y escamas que combinan dibujos en marrón oscuro, bordes claros, y matices en negro.



Al momento de verse amenazadas, ambas variedades responden imitando a las verdades Bothrops, esto es, enroscándose y adoptando una postura de ataque inminente. Pero lo cierto es que los dos ofidios son inofensivos.

¿Cómo diferenciarlos de los verdaderos ejemplares ponzoñosos? Como se ha detallado, la fisonomía en la mayoría de los casos alienta la confusión.

Pero todas las especies venenosas poseen una particularidad de la que carecen sus semejantes sin ponzoña: la presencia de fosetas loreales en la cabeza. Esto es, dos orificios ubicados a cada extremo del hocico del ofidio, entre los ojos y la nariz, que operan como verdaderos radares infrarrojos para estos seres vivos.

La existencia de estas depresiones es lo que permite, sin discusión, constatar si estamos o no ante un ejemplar riesgoso para la salud humana.

Yarará, culebras de todo tipo y, en circunstancias excepcionales –como puede ser una abrupta crecida del río en plena Mesopotamia– alguna que otra boa curiyú, son parte de la fauna que puebla el sorprendente ecosistema del delta. Conocerlo sin prejuicios, y saber valorar y respetar su riqueza, son las obligaciones que nunca deben quedar olvidadas.


Patricio Eleisegui
ofidiosargentinos@gmail.com



Foto Bothrops Alternatus: Carlos Dias Timm
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